Los hijos no siempre nacen cerca de sus padres, suele ser lo más habitual pero no siempre ocurre así.
Había una vez una hija que nació a muchos, muchísimos kilómetros de distancia de su madre. Su madre no se cansó de buscarla y de tratar de estar juntas, hasta que por fin descubrió que su estrella estaba en China y se fue para allá a por ella. Y ahora madre e hija ya pueden compartir sus vidas.
Los hijos son lo que más queremos del mundo y, lo tengo clarísimo, tanto da si les hemos llevado dentro o no, un hijo es un hijo y lo de menos es que sea sangre de tu sangre. No entiendo a esas personas que creen que el vínculo con un hijo adoptado es menor, me revienta como no os podéis imaginar. Es que, si me apuras, el deseo de los padres adoptivos de tener un hijo llega a ser mucho más grande que el de los padres biológicos, porque es un proceso largo, demasiado largo, mucho más que los nueve meses de un embarazo más el tiempo que se tarde en conseguirlo. Y en vez de rendirse y tirar la toalla, pasan los años y su amor por ese hijo que aun no tiene rostro, que igual ni siquiera ha nacido todavía, es cada vez mayor.
La madre de Estrella estuvo siete u ocho años, si no fueron más, esperándola, con paciencia, con cariño, con momentos de desaliento seguramente, pero por fin Estrella llegó hace unos meses y cuando vi su primera foto, aun en China, me emocioné sobremanera.
Este regalo es por dos motivos, el primero es para celebrar con Estrella y su madre que por fin ya pueden estar juntas. Durante una parte de su camino hacia Estrella la acompañé un poco en su caminar y por eso me consta lo largo que ha sido ese viaje, para ella y para toda la gente de su alrededor. Yo, desde luego, estoy muy feliz de saber que ese camino llegó a su término y que ahora el camino es otro, con la peque de la mano.
El segundo motivo de este regalo es porque estando yo embarazada recibí un regalo muy especial. Es un cuento precioso, que leí por primera vez en el metro volviendo a casa desde el trabajo, tras haber pasado por Correos a recogerlo. Me emocionó hasta las lágrimas, vale que yo en esos momentos era un cóctel hormonal, pero después lo he releído varias veces y me sigue emocionando. Ese cuento aun espera el momento de que pueda leerlo con la pitufina, lo que no quiere decir que yo no lo lea de vez en cuando. El libro es
este. Muy recomedado, mamis, el final es imposible que no emocione:
"La primera vez que naciste, fue la segunda vez que yo nací".
Habiéndome regalado este libro la madre de Estrella y sabiendo su inmenso deseo de ser madre, ¿cómo no iba a regalarle yo algo muy especial a ella ahora que ya ha conseguido su sueño?
Y aquí, sin más rollos, os dejo la camiseta de Estrella, con un dibujo que sabía de antemano que le encantaría a su madre:
Publico esta entrada días después de que Estrella recibiera un paquetito con su camiseta (es lo que tienen los regalos sorpresa, que si publicas la entada antes de tiempo ya no son sorpresa) y he de decir que recibí por whatsapp un video encantador, en el que Estrella prepara comida para su familia mientras luce preciosa con la camiseta. Qué ilusión me hizo ver ese video y saber que la madre de Estrella se había emocionado con el regalo.